El invierno más largo.

Laponia, 1717. Maija, su marido Karl-Erik y sus dos hijas, Frederika y Marit, han emigrado desde Finlandia a la Laponia sueca, en la zona del monte Blacksen. Karl-Erik sufre de angustias y miedos incontrolables, y tuvo que abandonar su trabajo como pescador. Ahora la familia vive en una granja. Una mañana, Frederika y Marit llevan a pastar a las cabras a la parte superior del bosque. Allí encuentran el cadáver de un hombre. Maija decidirá avisar de este suceso a los escasos y lejanos vecinos del pueblo que se encuentra a un día de distancia a pie, un lugar tenebroso y solitario que solo parece volver a la vida cuando las campanas de la iglesia convocan a su gente a través de la nieve. Es allí donde incluso los enemigos mas antiguos de esa comunidad se reunen y abandonan su aislamiento para verse de nuevo. 




Hoy os traigo una novela con la que he disfrutado bastante. Gran parte de ello ha sido provocado por su majestuosa ambientación y escenarios, ya que la acción se desarrolla en los inmensos parajes nevados de Laponia. Bueno, no toda, porque van pasando la estaciones, claro, y no siempre es invierno en el libro ;P

Sobre esta base bien trabajada, encontramos una historia abrumadora; llena de secretos y dobleces que tendremos que ir descubriendo poco a poco a lo largo de la trama. Yo me he tirado casi todo el libro intentando descubrir quién era el asesino, aunque no soy muy buena para estas cosas, todo hay que decirlo. Había uno que era sobre el que más sospechaba, pero ya suponía que no iba a ser él porque era demasiado obvio.

La historia, por lo tanto, está repleta de misterio, además de por el crimen cometido en sí, por todos los pequeños secretos que vamos a ir vislumbrando sobre los pocos habitantes de esta pequeña comunidad. Pero lo mejor, más original y que marca la diferencia, es el aspecto que juega la naturaleza como ente vivo en la novela. Toda su fuerza atávica, todas las creencias ancestrales y supersticiones arraigadas a ella, y que muchos de los personajes de la novela viven y sienten de una manera visceral.
Además, una de nuestras protagonistas en concreto, posee una especie de don que le viene dado como herencia familiar, que le hará entrar en una especie de comunión brutal con la naturaleza y los espíritus que habitan aquellos parajes. Pienso que esto convierte a la novela en algo diferente a cualquier libro de asesinatos o misterio y lo lleva al género del realismo mágico.

Esto no sé si es algo positivo o negativo a la hora de decidirse a leerlo, hablo para el común de los mortales, porque a mí es algo que me ha encantado y un ingrediente a destacar.

Sí, le saco un par de  pequeñas pegas, y digo pequeñas porque en conjunto la historia me ha gustado bastante y terminé obviándolas un poco.
En primer lugar, la protagonista principal, y madre de las dos niñas, comete una imprudencia, (no entendí bien debido a qué porque me quedé boquiabierta cuando decide hacer lo que hace así, a la primera de cambio) que era para darle de palos hasta en el carnet de identidad, ya que casi le cuesta la vida a su niña pequeña. Me puse de muy mala leche, por no decir algo más fuerte, con ella y con su compañerito de aventuras, ¡otro gilipollas, que parece que no vio el peligro y lo que le estaba pidiendo! Si lo leéis ya sabréis lo que estoy diciendo.
Y la segunda pega, es que hay algunos detalles un poco más superfluos, que atañen más bien a aspectos personales de algunos personajes, que se dejan un poco en el aire en algunas ocasiones, y me hubiera gustado poder ahondar más en ellos. Pero creo que tampoco es algo muy acusado.

Así que, si os gustan las novelas de misterio, desarrolladas en parajes increíbles y con unas gotas de magia ancestral, es vuestro libro.

Mi puntuación es:

8/10

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